¿Trastorno multipolar?

viernes, 3 de julio de 2009

Espantapájaros 8 (Oliverio Girondo)

Yo no tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades.
En mí, la personalidad es una especie de furunculosis anímica en estado crónico de erupción; no pasa media hora sin que me nazca una nueva personalidad.
Desde que estoy conmigo mismo, es tal la aglomeración de las que me rodean, que mi casa parece el consultorio de una quiromántica de moda. Hay personalidades en todas partes: en el vestíbulo, en el corredor, en la cocina, hasta en el W. C.
¡Imposible lograr un momento de tregua, de descanso! ¡Imposible saber cuál es la verdadera!
Aunque me veo forzado a convivir en la promiscuidad más absoluta con todas ellas, no me convenzo de que me pertenezcan.
¿Qué clase de contacto pueden tener conmigo —me pregunto— todas estas personalidades inconfesables, que harían ruborizar a un carnicero? ¿Habré de permitir que se me identifique, por ejemplo, con este pederasta marchito que no tuvo ni el coraje de realizarse, o con este cretinoide cuya sonrisa es capaz de congelar una locomotora?
El hecho de que se hospeden en mi cuerpo es suficiente, sin embargo, para enfermarse de indignación. Ya que no puedo ignorar su existencia, quisiera obligarlas a que se oculten en los repliegues más profundos de mi cerebro. Pero son de una petulancia... de un egoísmo... de una falta de tacto...
Hasta las personalidades más insignificantes se dan unos aires de trasatlántico. Todas, sin ninguna clase de excepción, se consideran con derecho a manifestar un desprecio olímpico por las otras, y naturalmente, hay peleas, conflictos de toda especie, discusiones que no terminan nunca. En vez de contemporizar, ya que tienen que vivir juntas, ¡pues no señor!, cada una pretende imponer su voluntad, sin tomar en cuenta las opiniones y los gustos de las demás. Si alguna tiene una ocurrencia, que me hace reír a carcajadas, en el acto sale cualquier otra, proponiéndome un paseíto al cementerio. Ni bien aquélla desea que me acueste con todas las mujeres de la ciudad, ésta se empeña en demostrarme las ventajas de la abstinencia, y mientras una abusa de la noche y no me deja dormir hasta la madrugada, la otra me despierta con el amanecer y exige que me levante junto con las gallinas.
Mi vida resulta así una preñez de posibilidades que no se realizan nunca, una explosión de fuerzas encontradas que se entrechocan y se destruyen mutuamente. El hecho de tomar la menor determinación me cuesta un tal cúmulo de dificultades, antes de cometer el acto más insignificante necesito poner tantas personalidades de acuerdo, que prefiero renunciar a cualquier cosa y esperar que se extenúen discutiendo lo que han de hacer con mi persona, para tener, al menos, la satisfacción de mandarlas a todas juntas a la mierda.

Ya no sé qué hacer conmigo (El cuarteto de nos)

Ya tuve que ir obligado a misa, ya toqué en el piano "Para Elisa"
ya aprendí a falsear mi sonrisa, ya caminé por la cornisa
ya cambié de lugar mi cama, ya hice comedia, ya hice drama
fui concreto y me fui por las ramas, ya me hice el bueno y tuve mala fama
ya fui ético y fui errático, ya fui escéptico y fui fanático
ya fui abúlico y fui metódico, ya fui púdico fui caótico
ya leí Arthur Conan Doyle, ya me pasé de nafta a gasoil
ya leí a Breton y a Molière, ya dormí en colchón y en sommier
ya me cambié el pelo de color, ya estuve en contra y estuve a favor
lo que me daba placer ahora me da dolor, ya estuve al otro lado del mostrador
y oigo una voz que dice sin razón,
vos siempre cambiando ya no cambias más
y yo estoy cada vez más igual,
ya no sé que hacer conmigo
ya me ahogué en un vaso de agua, ya planté café en Nicaragua
ya me fui a probar suerte a USA, ya jugué a la ruleta rusa
ya creí en los marcianos, ya fui ovo-lacto vegetariano, sano
fui quieto y fui gitano, ya estuve tranqui y estuve hasta las manos
hice un curso de mitología pero de mí los dioses se reían
orfebrería la salvé raspando, y ritmología aquí la estoy aplicando
ya probé, ya fumé, ya tomé, ya dejé, ya firmé, ya viajé, ya pegué, ya sufrí, ya eludí, ya huí, ya asumí, ya me fui, ya volví, ya fingí, ya mentí
y entre tantas falsedades, muchas de mis mentiras ya son verdades
hice facil las adversidades, y me compliqué en las nimiedades
y oigo una voz que dice con razón
vos siempre cambiando ya no cambias más
y yo estoy cada vez más igual
ya no sé que hacer conmigo
ya me hice un lifting, me puse un piercing, fui a ver al Dream Team y no hubo feeling
me tatué al Ché en una nalga, arriba de mami para que no se salga
ya me reí y me importó un bledo, de cosas y gente que ahora me dan miedo
ayuné por causas al pedo, ya me empaché con pollo al spiedo
ya fui al psicólogo, fui al teólogo, fui al astrólogo, fui al enólogo
ya fui alcohólico y fui lambeta, ya fui anónimo y ya hice dieta
ya lancé piedras y escupitajos, al lugar donde ahora trabajo
y mi legajo cuenta a destajo, que me porté bien y que armé relajo
y oigo una voz que dice sin razón
vos siempre cambiando ya no cambias más
y yo estoy cada vez más igual
ya no sé que hacer conmigo.



Al terminar de leer el poema de Girondo lo relacioné directamente con esta canción.
Comparten la simpatía con la que muestran un terrible nudo de pensamientos dentro de la cabeza de uno, que no siempre resultan ser tan simpáticos; la disconformidad con uno mismo pero a la vez la habilidad de poder mostrarse diferente y poder adaptarse a las cosas mostrando la faceta que "mejor va en esa ocasión".
Resulta hasta aventurero creer que uno puede ir descubriéndose de a poco y sorprendiéndose a sí mismo. Las personalidades que uno tiene adentro pueden ser utilizadas como fieles consejeras alertas en cuanto sea necesario. Sirvan quizás para aprender a lidiar con distintas opiniones aún siendo uno el dueño de todas ellas.
Pero lo importante y esencial, tal como dice Girondo en su poema, es saber cuándo y cómo poder "mandarlas a todas juntas a la mierda".

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